En la antigua Grecia, un escultor llamado Pigmalión se enamoró de una de sus obras: Galatea. Su obsesión y pasión por Galatea llevaron a Pigmalión a comportarse con ella como si de una persona real se tratase. Rogó y suplicó a los dioses griegos para que Galatea se convirtiese en una mujer de carne y hueso. Fue Afrodita quien, tras oír sus aclamadas súplicas y tras un vívido sueño de Pigmalión, dotó de vida a Galatea.
Si analizamos detalladamente este mito, podemos leer entre líneas que nuestros deseos por convertir determinadas situaciones en realidad (acompañado siempre de determinación y constancia) pueden hacer que se cumplan. Este hecho recibe el nombre de “Profecía autocumplida” y, aunque parezca que estamos leyendo la sinopsis de un libro de ciencia ficción, forma parte de la realidad.
O sea, ¿esto quiere decir que si deseo mucho algo acabará cumpliéndose como si de un milagro se tratase? Claro que no. Lo que quiere decir es que, muchas veces, nuestras expectativas de éxito o fracaso ante las situaciones, nos predisponen a una actitud que aumenta las probabilidades de que triunfemos o fracasemos.
En el ámbito educativo, que es una de los más desarrollados en cuanto al efecto Pigmalión se refiere, las altas expectativas en relación a las capacidades de un estudiante acaban dando como resultado un alto rendimiento de éste. E, igualmente, unas muy bajas expectativas dan pie a un bajo rendimiento. Para entenderlo de otra manera, sería decir que mi creencia sobre la alta capacidad de mi alumno va a activar un filtro en mí para que vea sólo lo que espero ver que me demuestre el alto rendimiento que yo pienso que dicho estudiante posee; y a la inversa también sucede, con las expectativas de una baja capacidad.
Ese filtro que hemos activado, sin darnos cuenta, va a darnos como resultado que las personas acaben actuando tal y como esperamos de ellas. Pero no como hecho objetivo, sino que vamos a interpretar la realidad de modo que nos haga sentir que tenemos razón.
No se trata de ninguna maldad del ser humano, sino de un sesgo cultural que existe desde tiempos inmemoriales. Nuestras creencias nos hacen ver la realidad como “nuestra realidad” tanto en relación con los demás como con nosotros mismos.
Si me pongo una meta de la que, internamente, estoy seguro/a de que no voy a ser capaz de realizar, yo mismo me estoy poniendo la zancadilla y, ese tropiezo, reforzará mi idea de que soy un/a inútil. De manera inconsciente, actuaremos a favor para que nuestras expectativas se cumplan. Aunque este último ejemplo haya sido de algo negativo, con las cosas positivas también va a ocurrir lo mismo.
Vamos a sacar la pequeña conclusión de que el Efecto Pigmalión podemos convertirlo en un fenómeno positivo al que podemos sacarle muchísimo partido. Tenemos la suerte de poder pararnos a analizar cuáles están siendo nuestras expectativas de base, y si tiene sentido que les demos el poder de convertir nuestros pensamientos en realidad.
De este modo:
- EMPODÉRATE a ti mismo y usa esta herramienta para conseguir lo que te has propuesto. Toma una decisión y mantente firme, piensa que tú eres la única persona capaz de hacerte llegar a tus metas. No podemos olvidarnos del esfuerzo y la lucha constante, pero si piensas que podrás hacerlo, casi nada podrá pararte.
- ESFUÉRZATE DÍA A DÍA. A pesar de los altibajos emocionales, de las injusticias, de los malos días o de las “malas personas”, no pierdas tu objetivo de vista. Haz todo lo que esté en tu mano para que cada día sea un éxito aunque no avances mucho. Esto te ayudará a levantarte con ganas todos los días.
- NO PIERDAS DE VISTA TUS OBJETIVOS. En primer lugar, nos puede ayudar reflexionar sobre qué es exactamente lo que queremos lograr. Además, tenemos que trazar un plan (que podemos ir modificando) para que nos sirva de guía y no perdernos por el camino.
- ILUSIÓNATE. La ilusión, aunque es algo que no podemos tocar con las manos, es un sentimiento fortísimo capaz de llevarnos todo lo lejos que necesitemos. Aunque puede ser un arma de doble filo si por ilusionarnos entendemos que nos propongamos unas metas irrealistas. Tienes que tener claro lo que se puede conseguir y lo que no: si no tengo conocimientos sobre aeronáutica y no tengo pensado formarme sobre ellos, uno de mis objetivos no podrá ser convertirme en piloto de avión por mucha ilusión que me pudiese hacer. Si soy periodista, sí que puedo ilusionarme con encontrar un puesto de trabajo en una empresa de comunicaciones en la que me encantaría trabajar.
- TEN VISIÓN A LARGO PLAZO. Vivimos en el mundo de las prisas y las impaciencias. Lo quiero ya y lo tengo ya. Pues sí, quizá algunas cosas se puedan conseguir en escasos minutos pero otras no, y debemos tener la paciencia y la constancia para no echar abajo lo que vamos construyendo con tesón. Aunque hayamos desarrollado con mucha claridad nuestra meta y cómo podemos llegar a hasta ella, la consecución final de la misma es tan importante como las piedras que hemos usado para construir nuestro sendero personal. No te rindas, sigue adelante porque, aunque a veces cueste más de lo que parece, todo el proceso de llegar a ser lo que queremos incluye un aprendizaje de la vida que no podríamos haber obtenido de otra manera.
- NUNCA DEJES QUE NADIE TE DIGA QUE NO PUEDES LOGRARLO. El único que tiene derecho a decidirlo eres tú. Muchas veces, personas cercanas intentan ayudarnos a mentalizarnos ante un fracaso proponiendo que quizá hayamos puesto unas metas muy altas. Acepta el consejo y demuéstrales amablemente que puedes con todo lo que te propongas. Sólo tú puedes llegar a concluir, en caso de que sea necesario, que “una retirada a tiempo a veces es un gran éxito”.
Igual que Pigmalión consiguió que Galatea fuese una persona de carne y hueso, podemos esculpir nuestro futuro y darle el poder de convertirse en real con la tenacidad del que sabe que es capaz y que puede llegar a conseguirlo con esfuerzo y paciencia.
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